
Desde que la guerra acabara en Ruanda, en 1994, el país se ha convertido en un faro de desarrolloen África, un ejemplo de cómo se puede salir adelante en el Continente Negro. Paralelo a estos avances, la capital del país, Kigali, ha evolucionado hacia un modelo de ciudad muy diferente alresto del mundo urbano africano. En Kigali se respira paz, las calles están limpias, los jardines están bien cuidados y los rascacielos marcan el skyline de la ciudad. El desorden característico de otras ciudades africanas aquí no existe.
Sin embargo, la otra cara de Kigali es bien diferente debido a que se ha establecido un desarrollo urbano en el que la capital crece a espaldas de sus ciudadanos y del resto del país. Se ha creado una urbe al servicio de las empresas y las oficinas, una ciudad que cuenta con todas las comodidades que existen para los extranjeros que trabajan allí, pero no para los propios ciudadanos. Además, los medios exponen a Ruanda como una de las mejores economías del mundo subsahariano, sin embargo toda la riqueza del país se concentra en Kigali, mientras que en buena medida los demás ciudadanos del país viven por debajo de los umbrales de pobreza.
El ‘milagro’ ruandés
¿Cómo es posible que un país como Ruanda, que sufrió una guerra civil que duró cuatro años y un genocidio que se llevó por delante en poco más de tres meses a casi un millón de personas, haya logrado convertirse en un modelo de paz para el resto de África? ¿Cómo ha logrado además encabezar todos los informes económicos del continente?
El milagro ruandés se puede explicar gracias a los esfuerzos de los ciudadanos y su gobierno, que se pusieron manos a la obra para que nunca se olvidara la tragedia ocurrida en 1994 y asegurarse de que no volviera a repetirse. Sin duda alguna esto se produjo con aciertos, pero también con errores. El nuevo gobierno basó la reconciliación en tres ámbitos: la educación, la economía y la democracia. Actualmente de la población que vive en Ruanda el 60% no vivió los horrores del genocidio, pero se les recuerda continuamente en la escuela los acontecimientos que vivieron sus familiares hace escasos 20 años. Evitar que los hechos caigan en el olvido a través de las nuevas generaciones es la piedra angular de la reconciliación.
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Por otro lado, la economía y la democracia se han utilizado como garantes de la estabilidad. Los niveles económicos, catastróficos tras el final del conflicto en 1994, iniciaron un despegue imparable desde el año 2001 con un crecimiento interanual del 8% y se calcula que entre el año 2006 y el año 2011 un millón de ruandeses salieron de la pobreza. Pero además la organización Transparencia Internacional defendió el papel del país como un estado modelo en la lucha contra la corrupción y el Banco Mundial colocó a Ruanda como el segundo mejor país para hacer negocios del continente africano.
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Finalmente, la democracia se convirtió supuestamente en el último pilar de la estabilidad ruandesa. Tras el conflicto Ruanda vivió una transición durante el cual se pusieron los cimientos del sistema democrático. En el año 2003 los ruandeses votaron en referéndum una nueva constitución. Este nuevo acuerdo insistía en la necesidad de la democracia como un puente hacia el futuro que lograra cerrar las heridas abiertas diez años antes. Ruanda se convertía así en un estado con un sistema político multipartidista, basado en la democracia y la convocatoria de elecciones para elegir a sus
gobernantes. Ciertamente, Ruanda ha conseguido salir adelante bajo el auspicio de una reconciliación nacional basada en la democracia, el desarrollo social y la economía, así como la educación. Se haconvertido en un modelo de éxito a seguir para muchos países de la región que envidian sus logros.
No obstante, no todo son éxitos. El sistema democrático está totalmente sometido a la figura del presidente, Paul Kagame, que ya anunció su intención de volver a presentarse para un tercer mandato algo que es ilegal. Además la libertad de expresión es un tema tabú, y los críticos con la reconciliación nacional y el gobierno son sometidos al silencio y en ocasiones detenidos.
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En cuanto al milagro económico ruandés, los expertos han marcado también los límites en una economía en la que todo el éxito parece concentrarse en la capital, Kigali, y se ha olvidado del resto del país, donde un 73% de la población depende de la agricultura. Estas diferencias, a la larga, están creando una división socio-económica y urbano-rural que está partiendo en dos el pequeño país de los grandes lagos, algo que se refleja en la distribución urbana de Kigali.
Kigali, escaparate internacional
Kigali es la capital económica y política de Ruanda, pero además se está convirtiendo en un centro de negocios internacional fundamental del este de África. Durante los últimos años todas las inversiones y el apoyo internacional han impulsado un cambio urbano de grandes dimensiones en la capital de las mil colinas. Los medios oficiales y el gobierno local anuncian continuamente medidas en favor del desarrollo de la ciudad como la ampliación de zonas verdes, la construcción de un sistema de transporte rápido y eficaz, un centro financiero y oficinas que crearán un sinnúmero de puestos de trabajo y una nueva distribución urbana, con un mayor número de viviendas de protección oficial. Todo ello se encuadraba en el Plan Kigali 2020 un plan estratégico de amplio espectro que pretendía convertir a la ciudad en el mejor centro urbano del continente africano. Si bien los años han pasado rápido y el plan para el 2020 se está quedando un poco obsoleto, por ello el consistorio ha puesto en marcha diferentes master plan para el año 2030 y el 2040. Se habla ya de una “singapurización” de Kigali, en referencia a la pequeña ciudad-estado asiática, que es a día de hoy un modelo de ciudad moderna y ordenada.
Los artífices del Kigali Conceptual Master Plan (KCMP) son dos empresas extranjeras: la americana Oz International y la singapurense S C Surban. No obstante, dado que ya sólo quedan cuatro años para que finalice el plazo, los promotores han propuesto ampliar la fecha hasta 2040, ya que sólo algunas de estas medidas se están llevando a cabo. Los trabajos no deberían posponerse en una ciudad que cuenta con 1,2 millones de habitantes y que para ese año triplicara la población residente.
Según el gobierno la misión de la ciudad es construir una ciudad sostenible, con una economía vibrante y diversa que a través del trabajo con las partes interesadas consiga proporcionar un desarrollo urbano rápido, efectivo y responsable. Para lograrlo, se ha acordado profundizar en la división de la ciudad en tres distritos: Gasabo, Kicukiro y Nyarygenge. El primero se va a convertir en el centro administrativo de la ciudad, el segundo en el centro educativo y de conocimiento y el último es la estrella de todo este proyecto al convertirse en uno de los mayores centros financieros de todo el este africano.
La construcción de edificios corporativos se ha convertido en una de las principales medidas del programa, ya que la continua llegada de inversión internacional y el desembarco de nuevas empresas ha potenciado la economía metropolitana, de tal manera que actualmente es el principal pilar económico de Ruanda. Además la promesa de puestos de trabajo que el presidente del país, Paul Kagame, ha reiterado en varias ocasiones se basa sobre todo en este sector y en el turismo ya que el pequeño país de los Grandes Lagos está atrayendo a una gran cantidad de turistas tanto de dentro como de fuera del continente.
Para que todo esto funcione la ciudad ha tenido que reelaborar varios planes de transporte público en los últimos años. De este modo, para unir estos tres distritos, facilitar la movilidad ciudadana y de los trabajadores, y hacerlo de una forma sostenible el consistorio y los promotores han planeado levantar una red de transporte público sostenible y efectivo, acompañado de una ampliación de las vías públicas peatonales, ensanchando aceras y acompañándolas de zonas verdes y carriles bicis, con el objetivo final de reducir el tráfico urbano y convertir Kigali en una ciudad donde se opte por medios de transporte alternativos.
A todo esto hay que sumar el inmenso esfuerzo de la capital por hacer de las energías renovables una realidad. Junto a los planes de transporte y el impulso de zonas verdes el consistorio ha incluido en su master plan la incorporación de energías limpias. Para ello Kigali colabora constantemente con el gobierno estatal para utilizar los recursos del país como las energías hidroeléctrica, solar o eólica, de tal forma que para 2030 al menos el 30% de la electricidad utilizada en la ciudad sea producida sin contaminar.
La otra cara de Kigali
El mayor obstáculo al que la ciudad debe enfrentarse es el imparable aumento de sus habitantes. Actualmente Kigali cuenta con 1,2 millones de personas, pero en menos de treinta años se calcula que esta cifra podría triplicarse. El quebradero de cabeza para el gobierno es dónde meter a todas estas personas. Para ello anunciaron en 2013 una serie de medidas como la construcción de viviendas asequibles y de protección oficial con el objetivo de empezar a recolocar a la cantidad de personas que actualmente viven en los enormes slums que rodean la ciudad.
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Lo cierto es que los planes de futuro de Kigali son asombrosos y los esfuerzos del gobierno por promover una ciudad moderna, limpia y eficiente son admirables. Si bien, muchos ya han criticado que el plan del consistorio y del mismo Presidente Paul Kagame, es convertir la ciudad en un escaparate internacional donde los extranjeros lleguen, disfruten del ocio de la ciudad, se sorprendan de la seguridad y la limpieza de sus calles, sientan que están en una ciudad moderna y, finalmente, se decidan a invertir en Ruanda. Sin embargo, al margen de estos planes quedarían la mayor parte de la población ruandesa que habita en la periferia en condiciones bastante dudosas.
Según cifras oficiales actualmente un 14,8% de la población de Kigali viven en una situación de pobreza extrema. Si bien, se calcula que casi un 80% de los ciudadanos habitan viviendas informales, es decir, lejos de los modernos edificios que imperan en downtown y todo lo que ello supone: difícil acceso a agua corriente, peligro de desprendimiento, problemas sanitarios y dificultad de evacuación en caso de emergencia o catástrofe. Esta es la situación de barrios marginales como Gatenga o Gahanga, donde los paisajes de casas apiñadas en espacios reducidos poco o nada tienen que ver con la realidad que se ve en el centro de la capital. Sin embargo este no es el mayor drama de estos vecinos, sino que el peligro constante de ser expulsados de sus viviendas sobrevuela a estas familias.
Aunque el gobierno local anunció la construcción de más de 1000 viviendas accesibles para ir realojando a los vecinos de estos barrios, lo cierto es que esa promesa no ha llegado a cumplirse y los planes de construcción van bastante más lento de lo esperado, algo que choca con la velocidad a la que el centro de la ciudad se transforma. Irónicamente se han acelerado las demoliciones de hogares informales a fin de vender esos terrenos por un precio desorbitado. Y es que ese 80% de los hogares informales de Kigali son, precisamente, sujeto de posible expropiación por parte del gobierno. De tal forma que la ciudad ha entrado en un bucle de especulación inmobiliaria que solo beneficia a las empresas extranjeras y a algunos empresarios rwandeses.
Por otro lado, los críticos con los nuevos planes de urbanización y con el desarrollo descontrolado de Kigali, han denunciado las continuas “limpiezas” de las calles del centro, donde está totalmente prohibido cualquier ejercicio relacionado con la venta ambulante así como la mendicidad. Ciertamente, el gobierno local y estatal han optado por ocultar la pobreza, esconder la otra cara de Ruanda que incomoda, para que todos los “cuellos blancos”, empresarios y visitantes extranjeros sólo tengan una visión dulcificada de la ciudad y el país de tal forma que Kigali se está convirtiendo en un escaparate de enormes dimensiones que proyecta una imagen falsa al resto del continente y al mundo. Sin embargo los problemas no desaparecen y la pobreza está muy presente en la ciudad de las mil colinas.
Además los planes de desarrollo de Kigali se han presentado como una oportunidad para todo el país de avanzar en la misma dirección. Supuestamente el beneficio que se genera en la ciudad repercutirá directamente en el mundo rural. Si bien, el gobierno ruandés está convirtiendo a Kigali en el eje de todo el país, el centro “rico” frente a una periferia totalmente depauperada. Se trata de ocultar qué es lo que ocurre más allá de la capital, todo aquello que recuerda al pasado de Ruanda.
Es verdad que el gobierno ha anunciado varias medidas para que el desarrollo llegue a las zonas rurales como facilitar el crecimiento económico a través de infraestructuras, creando una red de carreteras y mejorando lo ya existente, creación de puestos de trabajo en granjas, o asegurar el acceso de la población rural al crédito. No obstante, el desarrollo de la ciudad no está repercutiendo para nada en el resto del país que se dedica a una agricultura de supervivencia. Así ninguna de estas medidas concretan cómo se va a producir el desarrollo local y cómo se va a lograr que la mayor parte de la población ruandesa consiga salir finalmente de los umbrales de pobreza.
Conclusión
El milagro ruandés y el éxito de Kigali es algo innegable. Es algo innegable para aquél que es incapaz de ver más allá de lo que las autoridades ruandesas quieren que vea. Kigali se está convirtiendo en el Manhattan de los Grandes Lagos. Un espacio urbano de enormes dimensiones donde se representa el futuro del país: un espacio limpio, verde, sostenible, moderno y desarrollado.
Pero la construcción de esta Kigali está discriminando a los ciudadanos de este desarrollo, apartándolos cada vez más del centro, donde nadie los vea. En la capital de Ruanda se está dando, irónicamente, un caso en el que la ciudad se desarrolla no para sus ciudadanos pero sí para los extranjeros. Un desarrollo desproporcionado donde los únicos beneficiarios son los trabajadores de las grandes empresas que se instalan en el país de las mil colinas y una clase alta ruandesa que nunca ha mirado por el interés de sus conciudadanos.
Pablo Arconada
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3 Deja tus comentarios Sobre "Kigali: el Manhattan de los Grandes Lagos"
[…] suelen asentarse en los centros estratégicos, muchas veces en el corazón de la ciudad, como ocurre en Kigali, capital de Ruanda. Además en estas grandes ciudades suelen asentarse las instituciones y el poder […]
¡Buen artículo! Me encantaría saber si en Kigali se persiguen las libertades LGTB de la manera tan flagrante como se hace en el resto de Rwanda…
Magnífico. Da gusto leer esta web…