
Cuando hablamos de un desastre natural debemos hablar de sus especificidades, de su contexto precedente y de las características tanto del territorio y como la sociedad a la que golpea. En los últimos años, el debate sobre cómo afrontar estos eventos ha evolucionado desde la aplicación de protocolos post desastre hasta complejos sistemas de alerta temprana que, dependiendo del tipo de desastre natural al que se refiere, poseen distintas características. Sin embargo este desarrollo no es homogéneo ya que el desarrollo de estas estrategias depende casi en su totalidad de la frecuencia de estos eventos. En el caso de los terremotos, los países pioneros en esta área son Japón y Chile. Esto se debe principalmente al hecho de que estos son dos de los países más sísmicos del mundo y, por tanto, por su amplia experiencia en afrontar estos fenómenos naturales sus esfuerzos han evolucionado y van encaminados a la prevención de desastres. Este no es el caso del Ecuador, a pesar que se encuentra inmerso dentro del denominado Cinturón de Fuego del Pacífico, por lo que sus sistemas de seguridad para afrontar este tipo de eventos son aún incipientes. Este breve artículo tiene la finalidad de vislumbrar el panorama a futuro de manera breve, aunque integral, de las ciudades ecuatorianas afectadas por el terremoto del 16 de abril del 2016, analizando retrospectivamente sus características y planteando alternativas a futuro basadas en criterios ambientales urbanos.
Pero pongámonos en contexto…
El Cinturón de Fuego del Pacífico –también conocido como Anillo de Fuego del Pacífico- está conformado por un conjunto de importantes zonas de subducción –zonas donde una placa tectónica se desliza por debajo de otra- lo que genera una importante actividad sísmica y volcánica. De hecho, este cinturón, que en realidad se parece más a una herradura, concentra a 452 volcanes, que corresponde al 75% de volcanes activos e inactivos del mundo. Otra cifra impactante es que en este cinturón, a lo largo de sus casi 40.000 Km de longitud se dan alrededor del 90% de los terremotos del mundo (DeHowitt et al, 2008). Teniendo en cuenta estas cifras no nos resulta para nada extraño que terremotos de alto valor en la escala de Richter se de en algún lugar de su enorme longitud.
Figura 1. Ubicación del Cinturón de Fuego del Pacífico. Fuente: Wikipedia
A pesar de que Ecuador forma parte activa de este cinturón, que recorre tres continentes, su experiencia en este tipo de eventos desastrosos está en pañales. Aunque no es el objetivo de este artículo analizar las causas de porqué los ecuatorianos no estamos preparados para estos eventos, es palpable que la amplia periodicidad de los mismos, es decir, la gran distancia de tiempo entre uno y otro ha influido negativamente en este aspecto. Arrojemos algunos datos para contextualizar este movimiento telúrico.
La noche del 16 de abril de 2016 a las 18h 58m –hora local- se produjo un terremoto de 7.8 grados de magnitud en la escala de Richter, con epicentro frente a las costas de la ciudad de Pedernales (Provincia de Manabí) a 20 km de profundidad. Este terremoto se produjo en una zona caracterizada por producir terremotos con una periodicidad de alrededor de 20 años. El primero de ellos, ocurrido el 31 de enero de 1906, tuvo 8.8 grados de magnitud en la escala de Richter con epicentro frente a las costas de Esmeraldas.
Figura 2. Destrozos del terremoto del 31 de enero de 1906, el sexto más fuerte de la historia desde que se tiene registros. Fuente: Freelook
Este terremoto constituye el más grande sismo producido en Ecuador desde que se tiene registros y el sexto a nivel mundial. Produjo entre 1000 a 1500 víctimas tanto en Ecuador como en Colombia tanto como consecuencia del sismo como del tsunami generado tras este. Reportes de la época sostienen que este terremoto se sintió hasta en Maracaibo, Venezuela. El último de estos sismos se dio el 04 de agosto de 1998 con una magnitud de 7.1 grados en la escala de Richter con epicentro en los alrededores de Bahía de Caráquez (Manabí). Este terremoto produjo graves afectaciones en las estructuras de la nombrada localidad además de localidades cercanas como Canoa o San Vicente.
Figura 3. La localidad de Bahía de Caráquez (Manabí) fue epicentro de un sismo de 7.1 grados de la escala de Richter el 04 de agosto de 1998. Fuente: Ecuador Beaches
Figura 4. Mapa de Intensidades del terremoto del 16 de abril de 2016. Fuente: Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos del Ecuador
Tras el sismo principal del 16 de abril y sus sucesivas réplicas, el gobierno ecuatoriano ha contabilizado hasta el 19 de mayo un total de 663 víctimas mortales, 9 desaparecidos, 6.436 heridos, 28.775 personas albergadas (7.319 familias) en 37 albergues y 214 refugios. Los reportes de daños estructurales indican que 10.506 edificaciones urbanas y 8.157 edificaciones rurales fueron afectadas (SGR Ecuador, 2016). Las localidades más afectadas según el grado de destrucción de su infraestructura son: Pedernales (80%), Manta (61%), Portoviejo (57%), Jama (57%) y Muisne (44%) (SGR Ecuador, 2016a).
Figura 5. Un ejemplo del estado vial de la zona afectada tras el terremoto del 16 de abril de 2016. Fuente: Diario El Comercio
La enorme mayoría de las edificaciones que se vieron afectadas eran de construcción mixta y al momento de edificarlas no se siguieron los protocolos mínimos de seguridad de construcción plasmados en las Normas Ecuatorianas de Construcción (NEC) que, vale acotar, tienen en la actualidad seis años de vigencia ya que fueron establecidas en 2010 tras los terremotos de Haití y Chile. Las construcciones que no fueron afectadas tenían el común denominador de haber sido construidas con elementos alternativos como caña guadúa/bambú o madera, elementos conocidos por su sismo resistencia. Materiales que sin duda deben ser estudiados y aplicados en la reconstrucción de las estructuras afectadas.
Figura 6. Una muestra del área afectada. La mala construcción se tradujo en víctimas. Fuente: Diario El Comercio
Estos datos muestran una suerte de “radiografía” muy general de la actualidad de estas regiones costeras ecuatorianas. En los siguientes apartados daremos más insumos para este análisis. Pero vamos en orden, analicemos el contexto pre terremoto.
Ecuador: Un país susceptible
Sin duda, la noción de que Ecuador es un país susceptible a diversos peligros naturales no es nueva (D’Ercole & Trujillo, 2003). Esta realidad coloca diversas incógnitas sobre la mesa al momento de analizar esto. Sin duda una de las principales tiene que ver con el orden urbano de estas poblaciones, ¿acaso la manera en la que están estructurados, construidos e imaginados estos asentamientos humanos influyó de alguna manera en el número de víctimas generadas tras el sismo de abril?
Figura 5. El volcán Cotopaxi visto desde la ciudad de Quito. Fuente: Revista Vistazo
En los últimos tiempos Ecuador ha experimentado una serie de desastres naturales. En la actualidad Ecuador posee cuatro volcanes activos en proceso eruptivo: Tungurahua, Cotopaxi, Reventador y Sangay. El caso del volcán Tungurahua es el más conocido ya que ha estado en actividad ininterrumpida desde 1999. Otro caso muy relevante es el del volcán Cotopaxi que, con 5987 metros de altura, se encuentra en actividad desde el 15 de agosto de 2015 y que toma especial importancia por los escasos 50 kilómetros que lo separa de la ciudad de Quito, la capital ecuatoriana.
Figura 7. El Fenómeno del Niño causa grandes estragos en el litoral ecuatoriano. Fuente: Agencia ANDES
Estos volcanes, junto con las inundaciones y sequías producidas por el Fenómeno del Niño y de la Niña constituyen los principales riesgos de desastres naturales. Para estos potenciales desastres naturales se han desarrollado diversos planes de contingencia e infraestructura.
Figura 8. Diversas estrategias se han tomado para el control de riesgos como inundaciones. Fuente: Portal El Ciudadano
Esto se refleja principalmente en la generación de proyectos multipropósito que combinan diversas técnicas para controlar inundaciones en época lluviosa y acumular agua en época de sequías. Así mismo, para el caso de volcanes, la convivencia con su actividad ha generado que cada vez más se generen estrategias mitigar sus efectos en la población que se basan en sistemas de alerta temprana y de evacuación. En el caso de los riesgos sísmicos la realidad es muy diferente a pesar de que Ecuador es muy susceptible a estos fenómenos y esto se evidenció en las horas siguientes a las 18h58 del 16 de abril.
Re/construyendo el Futuro
Sin duda, la etapa posterior a la catástrofe es la más complicada de afrontar. Pasadas las etapas de evacuación y salvamento, la etapa de la reconstrucción urbana comienza. Como casi todo en la vida, no hay mal que por bien no venga –como decimos los ecuatorianos- así que la fase reconstructiva en sí misma trae oportunidades. Las más claras se refieren a la reactivación económica y la reconstrucción de la infraestructura destruida o dañada en el territorio. Pero entre este grupo de alternativas aparece una que no siempre es tomada en cuenta: la de construir una nueva ciudad. Analizando el pasado -y aunque suene bastante paradójico- una catástrofe como terremoto parece ser una oportunidad única para cambiar lo que debe ser cambiado. Esto se puede aplicar en muy diversos ámbitos. Desde las relaciones de género presentes en la cotidianidad social de las ciudades hasta la forma en que sus propios habitantes se miran a sí mismos. En lo referente a lo urbano –tema que nos trae aquí- esta premisa no varía. Mucho se ha debatido sobre las ciudades del futuro, del concepto de las smart cities y, en general, de la tecnología puesta al servicio de las ciudades para hacer de la experiencia de vivir en ellas algo muy intuitivo y en donde la conectividad sea el factor común. En pocas palabras más fácil y mejor. La pregunta que inmediatamente sale a colación es si, en un entorno como el que soportó el sismo del 16 de abril, estos conceptos pueden tener real incidencia. La respuesta corta es sí, pero teniendo ciertas consideraciones.
Figura 9. Las Smart Cities recogen en sí múltiples dimensiones para aumentar la calidad de vida en las ciudades. Fuente: Blog Innovandis
La primera de estas consideraciones parece evidente. En un territorio muy susceptible a terremotos ¿cómo hacer que las cifras dadas anteriormente no se repitan? La respuesta parece lógica, analizando las estructuras que no cayeron o que no sufrieron daños importantes. En el caso de Manabí y Esmeraldas, las construcciones que no sufrieron daños son aquellas que utilizaron materiales alternativos para su construcción. Materiales tradicionales, que con el paso de las décadas se fueron olvidando. En esta zona las construcciones de hormigón y de hierro deben ser controladas. Las propiedades anti símicas de materiales como el bambú/caña guadúa o madera sumadas a la gran facilidad que supone su cultivo a escala industrial y el clima de región elevan de manera exponencial las prestaciones que este cultivo tiene para brindar a la construcción.
Figura 10. La zona afectada presenta las cualidades adecuadas para el cultivo de caña guadúa, una especie de bambú. Fuente: Diario El Comercio
La segunda consideración a tener en cuenta es la sociedad que ocupa el territorio afectado por lo que su acceso a tecnología es limitado. Esto está muy relacionada con el primer punto. En Manabí y Esmeraldas se encuentran algunas de las poblaciones más humildes del Ecuador. Esto, sumado al desconocimiento sobre las condiciones geológicas de su territorio e incluso a la negligencia, tanto de constructores como de autoridades, ha hecho de las estructuras de las localidades casi tan resistentes como castillos de naipe. Por esto, generar una cultura de prevención sobre los riesgos sísmicos del territorio, además de la necesidad de recurrir a profesionales que guíen en los procesos de construcción en lugar de maestros de obra.
Figura 11. Edificaciones como la del Hostal Amalur ubicado en Canoa, Manabí no sufrieron daños. Su «secreto» no es secreto, utilizaron en su construcción caña guadúa y madera sumada a cimientos reforzados. Fuente: BBC Mundo
La última consideración es la ubicación de las construcciones. En este aspecto el papel de los gobiernos locales es crucial ya que son estas entidades de gobierno las encargadas de determinar las zonas óptimas de construcción y de eliminar las construcciones informales en zonas de riesgo y por si fuera poco, son las encargadas para hacer el seguimiento que requieren las construcciones, desde el plano a la construcción y a su posible expansión.
A manera de conclusión
Sin duda, el terremoto del 16 de abril de 2016 supone el desastre natural más grande en las últimas décadas que ha sufrido Ecuador. Factores como la mala planificación a la hora de construir y la negligencia han tenido como consecuencia la elevada cifra de decesos y la gran cantidad de edificaciones destruidas. Sin embargo la respuesta a esta evidente problemática supone un conjunto de medidas, ninguna de ellas individualmente podría suponer un cambio radical en la reconstrucción del espacio urbano. La primera de ellas va enfocada a la construcción y sus materiales. Utilizar materiales vernáculos, naturales y que se den en el entorno parece ser la respuesta efectiva para enfrentar movimientos telúricos por sus propiedades. Las muestras son evidentes a lo largo de las zonas afectadas, sin embargo esto debe estar enmarcado en una cultura de prevención sísmica lo que en general hará que la planificación urbana sea mucho más resistente al impacto y más eficiente al momento de levantarse. Es precisamente la segunda medida, una planificación detallada y responsable a la hora de expandir el territorio urbano la que da insumos para construir en zonas seguras y de manera ordenada. Evitando de esta manera daños colaterales, es decir afectaciones en edificaciones por causa de daños en las edificaciones vecinas, así mismo mejorará la fluidez al momento de evacuar personas y activar canales de ayuda. La tercera medida engloba las dos anteriores, la construcción de una sociedad enfocada en la prevención constituye la piedra angular al momento de planificar la reconstrucción. De esta manera se evitaría la necesidad de una nueva recosntrucción.
Bibliografía
DeHowitt, M. A. C., Acosta, M. C., & Squez, N. E. V. (2008). RIESGOS POR TSUNAMI EN LA COSTA ECUATORIANA. Quito. Recuperado de: http://www. ipgh. gob. ec/index. php/geofisica/publicaciones/67-riesgos-por-tsunamien-la-costa-ecuatoriana.
D’Ercole, R., & Trujillo, M. (2003). Amenazas, vulnerabilidad, capacidades y riesgo en el Ecuador. Retrieved from https://hal.archives-ouvertes.fr/hal-01191420/
Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos de Ecuador. (2016a). Informe de situación N°64 del Terremoto de Ecuador (Boletín No. 64) (p. 21). Ecuador: Secretaría de Gestión de Riesgos Ecuador.
Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos de Ecuador. (2016b). Informe de situación N°65 del Terremoto de Ecuador (Boletín No. 65) (p. 17). Ecuador: Secretaría de Gestión de Riesgos Ecuador.
Carlos Quizhpe Parra
por la ciencia y la relación entre lo urbano y lo ambiental.
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